domingo, 30 de marzo de 2014

Lírica de la vida sencilla

Para ti, hijo, ansío lo mejor.

Ruego por que tengas una vida normal y corriente. Por que camines con la cabeza gacha, sin apartarte nunca del camino bien perfilado por otros miles de pies. Por que vuelvas del trabajo agotado tras una productiva jornada en la que sacaste adelante cada tarea que de ti se esperaba, relacionada con asuntos que realmente no te importan un bledo.

Quiero que te cases tras un noviazgo de unos tres años. Con una mujer de belleza moderada y que sepa comportarse en sociedad. Que tenga un trabajo medio y te pregunte cómo te fue el día mientras te sonríe y aprecias tristemente la vacuidad de sus ojos e imaginas que ella será a su vez consciente de la tuya. Que tengáis dos hijos, quizá en momentos inesperados, por los que sacrificar algún viejo sueño que, sinceramente, nunca pensaste cumplirías.

Os deseo a ambos que el corazón nunca os rebote con fuerza contra las costillas, sino que simplemente, muy de vez en cuando, lo notéis saltar de manera discreta por acontecimientos que el resto de mortales os han hecho creer que merecen la pena, como comprar un coche nuevo, hacerse con una televisión mayor o fantasear con unas vacaciones en un resort de playa.

Dedica todo tu tiempo libre a la ociosidad tanto como te sea posible. Ríe con los programas de moda y tararea insípidos estribillos de canciones pegadizas cuya letra, en un idioma extranjero, jamás llegarás a comprender.

Y nunca hijo mío, nunca, bajo ningún pretexto, alimentes tu intelecto, pues es un perro infiel cuya hambre no hace sino aumentar cuanta más vianda se le otorga, y los miles de interrogantes que se te plantearán si le abres las puertas al saber no te servirán sino para complicar tu existencia.

Rezo por que resultes gris, insulso y vulgar. Por que la pasión te sea algo ajeno: una palabra hueca que escuchas en las películas estadounidenses que de vez en cuando ves, dobladas, en el cine más cercano a tu casa. Que nunca la sientas, ni por un instante, bombeando fuerte la sangre a todo tu cuerpo, a tus sienes en especial, porque si te alcanza, ya nunca te soltará, como presa entre las duras mandíbulas de una bestia temible y amenazadora.
Porque entonces, te convertirás en un poeta.
Y estarás perdido.

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