martes, 27 de septiembre de 2016

Instrucciones para respirar

Hágase con un libro de anatomía. Ábralo en la página en la que se muestran los órganos internos (quizá antes del sistema nervioso, quizá después del esqueleto) y averigüe dónde se hallan sus pulmones. Este paso puede usted hacerlo de pie o sentado, pues su posición será indiferente para el proceso de aprendizaje.

Una vez haya usted estudiado esa página, busque aquella del sistema respiratorio (quizá antes del sistema digestivo, quizá después del aparato reproductor) y trate de entender cómo el aire que usted absorbe por su nariz o boca llega a hinchar los pulmones, que ahora sabrá se encuentran en el pecho.

Deje el libro a un lado. Si es uted una persona muy organizada, vuelva a ponerlo en su lugar en la estantería (quizá antes de un atlas mundial, quizá después de una enciclopedia de cocina), ya que el siguiente paso requerirá su total atención, y la idea de objetos desordenados a su alrededor podría alterar su capacidad para concentrarse.

Ahora póngase de pie e inspire. Es decir, haga fuerza desde el interior de su cuerpo para sorber con la nariz como si fueran sus agujerillos el centro de un remolino furioso. Sus pulmones se hincharán como globos y usted habrá de parar la inspiración cuando sienta que ya no tiene espacio para más aire. Ponga cuidado en frenar a tiempo ya que estudios científicos científicamente probados por científicos estadounidenses muy importantes demuestran que una inspiración demasiado larga puede hacer reventar pulmones pequeños o débiles.

Retenga el aire en sus pulmones durante algunos segundos. No lo haga cautivo mucho tiempo porque en el estudio arriba mencionado se habla de individuos que murieron también por esta causa, habiéndose primero tornado azules. Un tono de azul como el de Ives Klein. Quizá demasiado morado.

Deshágase después del aire soltándolo por la boca como soltaría frente a un precipicio la mano de ese cliente molesto que a veces le hace millones de preguntas sin sentido para después no querer sus servicios. Deshágase del aire de dentro de sus pulmones como si se deshiciera de sus ansiedades. Quizá pueda, de hecho, hacer ambas cosas a la vez.

Repita hasta el fin de sus días. Recuerde que de no repetir con constancia, será el fin de sus días. Tenga también en cuenta que, tal y como quizá recuerde del tratado de anatomía del primer paso, los pulmones están cerca del corazón. Por lo tanto, si uno se olvida de respirar, bien se encogen por falta de aire y quedan fláccidos, haciendo que el músculo del amor caiga hasta los piés; bien se hinchan por exceso de gas y lo oprimen hasta que ya deja de latir.