Habrán de caminar las montañas
y secarse los ríos y mares
y no volver jamás la lluvia,
para que yo deje de amarte.
Habrá de caer un imperio:
aldeas pequeñas, grandes ciudades
y ejércitos de miles de hombres,
para que no vuelva yo a soñarte.
Habrá matado Abel a Caín,
y dejado Dios de ser padre
y pecado de lujuria los ángeles,
si ante ti no arde mi sangre.
Que le falte pan a los hombres,
que se queden sin juegos los niños,
que no tengan qué hablar las viejas,
si a mí no dirjies tus guiños.
Que se apaguen los volcanes,
que cesen los pájaros su trino,
que no hallen paz los espíritus,
si te negaras a ser mío.
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