Apareció en la playa un barco
digno de un rey o un zar.
Blanco todo como copo
que acabara de nevar.
Decíanlo de un marinero
que murió ahogado en el mar,
que entre las gentes de tierra
no supo encontrar su hogar.
Zarpó siendo muy chico,
nadie sabe qué fue a buscar
pero no debió hallarlo,
pues volvió a su antiguo lar.
Más fue grande la desgracia,
ya aquí no pudo hallar
quien dijera su nombre,
quien lo pudiera recordar.
De noche bajaba a la cala
a quejarse de viejo y llorar,
ebrio de vida y cansancio
sus penas a rememorar.
Oíanle que cada paloma
muere en su palomar.
Y hablaba con las olas
que le debían contestar,
pues entre su murmullo
lánzose una tarde al mar
que lo recibió con alegría
como si le fuera familiar.
Dejó versos en la arena
escritos con su pulgar:
¿Quién soy yo?
¿Quién me trajo?
¿Quién me habrá de llevar?
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