Mi novio vive muy, muy, muy cerquita de Sol. Y me gusta su calle, porque es peatonal y chiquitaja y porque, a pesar de estar en pleno centro, todo alrededor tiene aroma de barrio: a panadería madrugadora y bollo recién horneado. Y tiene un cine al ladito de casa, de esos en los que ponen películas extranjeras para gente culta, en versión muy original.
Pero la propia Puerta del Sol, la plaza de Callao y la interminable Gran Vía me parecen... no sé, demasiado abiertas, demasiado anchas y plagadas de peatones presurosos para poder vivir a gusto en ellas.
A mí me gustan más las calles algo viejas, con alma y corazón añejo. De esas en las que, si hay un coche en doble fila los otros tienen que pitar e insultar bien alto a la madre de quien lo aparcó. Y abrir la ventana y que se vea el solillo en los tejados de la vecindad pero no llegue a tu ventana porque no hay sitio de lo retorcidas que están las calles, de lo apretujaditas que construyeron las casas.
Y que oigas a un obrero gritar. Y a la de enfrente, que no tiene novio fijo porque no hay hombre que la aguante más de dos semanas, y te pone Camela a todo volumen cada sábado por la mañana, a eso de las once, cuando tú aún querrías dormir tus “cinco minutos más”. Y te tapas la cabeza con la almohada pretendiendo no oírla, pero sabes que es inútil, pues ya te desvelaste.
Soy una rara. Y quiero un barrio bohemio (y terrenal) en el que poder ser feliz con mis pequeñas excentricidades. Con un par de putas que todo el mundo conoce y un bar en el que siempre hay gresca. Aunque esto último quizá mejor algo apartado del portal. Lo justo para decir "huy, huy, huy" y meterte para casa así como con prisa, como que de pronto te cuesta encontrar las llaves… y teniendo algo que contar. Pero sin que te hayas llegado a ver envuelta.
Pero la propia Puerta del Sol, la plaza de Callao y la interminable Gran Vía me parecen... no sé, demasiado abiertas, demasiado anchas y plagadas de peatones presurosos para poder vivir a gusto en ellas.
A mí me gustan más las calles algo viejas, con alma y corazón añejo. De esas en las que, si hay un coche en doble fila los otros tienen que pitar e insultar bien alto a la madre de quien lo aparcó. Y abrir la ventana y que se vea el solillo en los tejados de la vecindad pero no llegue a tu ventana porque no hay sitio de lo retorcidas que están las calles, de lo apretujaditas que construyeron las casas.
Y que oigas a un obrero gritar. Y a la de enfrente, que no tiene novio fijo porque no hay hombre que la aguante más de dos semanas, y te pone Camela a todo volumen cada sábado por la mañana, a eso de las once, cuando tú aún querrías dormir tus “cinco minutos más”. Y te tapas la cabeza con la almohada pretendiendo no oírla, pero sabes que es inútil, pues ya te desvelaste.
Soy una rara. Y quiero un barrio bohemio (y terrenal) en el que poder ser feliz con mis pequeñas excentricidades. Con un par de putas que todo el mundo conoce y un bar en el que siempre hay gresca. Aunque esto último quizá mejor algo apartado del portal. Lo justo para decir "huy, huy, huy" y meterte para casa así como con prisa, como que de pronto te cuesta encontrar las llaves… y teniendo algo que contar. Pero sin que te hayas llegado a ver envuelta.
2 comentarios:
Muy bonito, me ha gustado mucho. Me siento identificada con tu descripción, conozco esas calles y son... no sé acogedoras. Así es Madrid.
Así era mi vida en chueca nada más legar a madrid, pequeña, de barrio. Te añado a twitter ya! (soy @oneeyedman)
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