Susurra suaves, serenos silbidos el viento,
y las ramas altas siguen su movimiento.
Crujen resquebrajándose las recias hojas,
dibujan en el suelo miles de llamas rojas.
Planea el otoño sobre nuestras cabezas,
como tú, Muerte, que escondida nos acechas.
Caen las frondas como cristalinas lágrimas
de hombres a muertos, por salvar sus ánimas.
Aúllan lobos grises, allá en las colinas
y el viento sur seduce a las golondrinas.
La sabia marronácea que destila la vida,
se escapa con la luz, más débil cada día.
Lejano suena un ronco repique de campanas.
La lluvia suicida revienta contra las ventanas.
Las mujeres, angustiadas, lloran la llegada
de esta estación sombría que trastoca el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario