Hágase
con un libro de anatomía. Ábralo en la página en la que se
muestran los órganos internos (quizá antes del sistema nervioso,
quizá después del esqueleto) y averigüe dónde se hallan sus
pulmones. Este paso puede usted hacerlo de pie o sentado, pues su
posición será indiferente para el proceso de aprendizaje.
Una
vez haya usted estudiado esa página, busque aquella del sistema
respiratorio (quizá antes del sistema digestivo, quizá después del
aparato reproductor) y trate de entender cómo el aire que usted
absorbe por su nariz o boca llega a hinchar los pulmones, que ahora
sabrá se encuentran en el pecho.
Deje
el libro a un lado. Si es uted una persona muy organizada, vuelva a
ponerlo en su lugar en la estantería (quizá antes de un atlas
mundial, quizá después de una enciclopedia de cocina), ya que el
siguiente paso requerirá su total atención, y la idea de objetos
desordenados a su alrededor podría alterar su capacidad para
concentrarse.
Ahora póngase de pie e inspire.
Es decir, haga fuerza desde el interior de su cuerpo para sorber con
la nariz como si fueran sus agujerillos el centro de un remolino
furioso. Sus pulmones se hincharán como globos y usted habrá de
parar la inspiración cuando sienta que ya no tiene espacio para más
aire. Ponga cuidado en frenar a tiempo ya que estudios científicos
científicamente probados por científicos estadounidenses muy importantes demuestran
que una inspiración demasiado larga puede hacer reventar pulmones
pequeños o débiles.
Retenga
el aire en sus pulmones durante algunos segundos. No lo haga cautivo mucho
tiempo porque en el estudio arriba mencionado se habla de individuos que
murieron también por esta causa, habiéndose primero tornado azules.
Un tono de azul como el de Ives Klein. Quizá demasiado morado.
Deshágase
después del aire soltándolo por la boca como soltaría frente a un
precipicio la mano de ese cliente molesto que a veces le hace millones de
preguntas sin sentido para después no querer sus servicios.
Deshágase del aire de dentro de sus pulmones como si se deshiciera
de sus ansiedades. Quizá pueda, de hecho, hacer ambas cosas a la
vez.
Repita
hasta el fin de sus días. Recuerde que de no repetir con constancia,
será el fin de sus días. Tenga también en cuenta que, tal y como
quizá recuerde del tratado de anatomía del primer paso, los
pulmones están cerca del corazón. Por lo tanto, si uno se olvida de
respirar, bien se encogen por falta de aire y quedan fláccidos,
haciendo que el músculo del amor caiga hasta los piés; bien se
hinchan por exceso de gas y lo oprimen hasta que ya deja de latir.