Tu
pelo es una siembra de oscura cebada
tus
ojos piedras de azabache en pura plata,
tu perfil acantilado sobre la playa.
tu perfil acantilado sobre la playa.
Tu
cuerpo es
un árbol, tus
manos sus lianas.
Tu voz me envuelve.
Tus palabras son melaza.
Tu hablar es dulce,
como miel que se derrama.
Decires
de canela y azúcar de caña
entran
por mis oídos confitándome el alma.
Por mí
dices morir, por mí hoy te desangras,
te
arrancas la piel o te sacas las entrañas.
Sin mi
presencia no hay aire, luz, tierra o agua.
Te
hieren los espacios donde no me hayas.
Llegado
el ocaso, cual máiz te desgranas
se
convierte en hiel toda sabia azucarada
y
el candor de aquella antes ardiente mirada
se
torna gélido y me congela hasta el alma.
El
viento de tu voz que antes me susurraba
quiebra
a su antojo cosechas
de caña y palma.
Tu
piel, que es mi sol, esconde su aura dorada
tras
el silencio enrocado de una montaña.
Los
juramentos veloces rápido marchan
quedan
sólo ecos resonando en la distancia.
Y
el banquete de tu amor se vuelve migajas
pues
tus promesas de ayer
no eran sino falsas.