Te tengo, te absorbo, te abrazo.
Te ato a mi lengua de serpiente.
No escaparás a su oscuro beso.
Ahora eres mío para siempre.
Sobre mis líneas vagabundean
anhelando nuevas rimas e ideas,
en espera, tímidos pero morbosos,
tus ojos, llameantes y fulgurosos.
Soy tu señora, reina y patrona.
Mi palabra es ley, aquí y ahora.
Llorarás al son de mi dulce trino,
reirás si digo que ese es tu sino.
Al sediento le sirvo mi sangre,
en forma de letra sobre el papel.
Al hambriento sabrosos manjares
arrancados del fondo de mi ser.
Te poseo y manejo, te moldeo.
Te envuelvo en mi baba rabiosa.
Y es para tus pies mi sendero,
sembrado de negras, frías rosas.
Dime ahora si no me perteneces
mi esclavo, mi lacayo, niño mío
que hasta la última línea llegaste
sin concederte siquiera un suspiro.